lunes, agosto 11, 2008

Lo que pasa cuando no pasa nada





Leyendo a Vila-Matas, ese señor que quería parecerse a Hemingway y que ahora más bien parece un detective de Bolaño o así se muestra en la fotografía de la contraportada, lentes oscuros y abrigo de corte británico.

Vila-Matas en su última novela o diario, Dietario voluble, que bien pensado es como una especie de blog empastado, cuenta justamente de los blogs peruanos por los que se pasea y cómo encuentra en ellos caminos, nombres desconocidos, geografías que lo colocan como un espectador extranjero, ese escritor sin rostro puede ser su otro yo, de aquel lado, en esa librería el Virrey, el peruano deja sus huellas como lo hacemos todos al nombrar espacios.

Cuando leí eso me imaginé el hotel virreyes que hay en el centro de la ciudad en donde a veces se hacen exposiciones y fiestas, la mente siempre busca colocar una imagen ante las palabras, lo mismo me pasa cuando quiero imaginar la plaza en donde Vila-Matas espera pacientemente ver pasar a Catherine Deneuve y sin querer, me viene a la mente la plaza hermana de Garibaldi en Barcelona. También estoy segura que habrá más personas que estén escribiendo en sus blogs apenas lean que Vila-Matas está paseando por la blogosfera y que en una de esas, plop, como suceden las cosas extraordinarias topa con sus palabras, porque quién no querría tener como lector a un señor que tuvo a Duras como casera y que escribe siempre algunos epitafios simpáticos en sus novelas, ¿por qué no? al final siempre se mueren los otros o a pesar de todo preferiría estar en Filadelfia.

La otra vez vino a México Miguel Morey a dar una conferencia magistral en la Facultad. Después de irlo a recoger al aeropuerto, lo llevamos a cenar a la Gloria en la Condesa, nos platicó un poco, ya no sé por qué venía a cuento, que de vez en cuando se encuentra con Vila-Matas, así como “Enrique (ese dejo de familiaridad con el escritor) se encuentra con todo el mundo en sus novelas”, no lo dijo exactamente con esas palabras, pero muy bien lo pudo haber dicho. Me sorprendió de pronto que Vila-Matas estuviera en el terreno de la realidad, en una plática al nivel de “Enrique me contó, una vez que lo vi… ”, pero claro que mostré mi emoción y le dije a Morey que había leído a Vila-Matas y me desbaraté en tres segundos ante la gran admiración que siento por el señor, en cambio no había leído a Morey…, pero eso no me importaba en ese momento. La plática sobre Vila-Matas terminó pronto porque sólo Alberto y yo lo habíamos leído y nadie más en la mesa lo conocía (filósofos que sólo conocen filósofos), además todos querían escucharlo hablar sobre él no sobre un tal “Enrique”. Entonces Morey empezó a platicar sobre Foucault, y después no pude pensar en otra cosa que en París no se acaba nunca y en lo mucho que se acercaban las anécdotas de Morey a las de Vila-Matas, casi era como si él hubiera sido el que tomaba clases con Foucault, porque además sus anécdotas también tienen como escenario París y escritores que sólo veremos en los libros o en el cementerio de Montparnasse.

Morey era casi casi el Hemingway idealizado por Vila-Matas.

Ahora, leyendo el Dietario, no pude dejar de pensar en Morey, en que muy bien podría estar por ahí. Para mi sorpresa ese mismo señor Morey al que le regalé mi libro y con el que cené tres veces, se convierte en el Miguel piel roja de la novela que leo, y se encuentra con Vila-Matas en la plaza hermana de Garibaldi, justo la plaza que yo había imaginado páginas antes como la plaza en donde se paseara Deneuve jalada de su perrito. Y aunque Vila-Matas no lo sepa estoy a un paso de tocarle el brazo a través de Morey, sólo necesito esperar sentada en un café de la Conchita que aparezca por ahí, aunque el periódico dice que está en Monterrey y que no vendrá a la ciudad. Todo puede pasar en este tríptico de realidad en donde la Red funciona como agente del caos, y el caos, diría el Guasón, es justo, no necesita de la realidad para chocar con lo insólito. Mañana los dados tiran a Vila-Matas en la Facultad de Filosofía, y entonces sí, podré acercarme a él y decirle: México me fascina porque la identidad no tiene rostro, ni atadura, siempre es un fantasma, una sombra, una máscara que cambia con los rituales. México me fascina porque el desorden, el desvarío y el sinsentido configuran la realidad de cada día. México me fascina porque todo está permitido, y eso no lo tiene Barcelona, ni París.

También Vila-Matas cita a Piglia, a él no se lo encuentra en ninguna plaza, lo ve en el Bar Belvedere, que mi imaginación no encuentra ningún referente pero lo importante es que al igual que Piglia, “la práctica de narrar es central”, puesto que sólo le toco el hombro a Vila-Matas a través de las personas, con la ilusión de tocar al verdadero Vila-Matas en la narración del blog y no con las palabras trastocadas de escenas que poco a poco lo van borrando como un recuerdo.

Habría que inventar a Vila-Matas, sin los espejismos de la literatura, ¿pero cómo? Si él mismo se ha empecinado en mostrarse en fragmentos, en pequeños guiños en donde faltan siempre partes del rompecabezas, se ha intentado mostrar como un veracruzano cuando en realidad es catalán.





También, algún día, tendré una foto con Vila-Matas.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien sur, Marie. Tendrás la foto. Volví a La Conchita después de muchos años. Había estado allí en casa de Pitol, antes que él marchara a Xalapa.
Un saludo desde Barcelona.
Vila-Matas.

Anónimo dijo...

hola Marie, como siempre un agasajo leerte y ver ademas que tienes lectores tan reconocidos, bien por ti y espero que nos veamos en la Conchita o tal vez en el paseo de Gracia
un abrazo
Arcana

Anónimo dijo...

Carambas:
me encantó el comentario de Vila-Matas, sí, yo alguna vez también estuve en la casa de Pitol, ahí, justo atrás o de frente a la espalda de la pequeña iglesia de La Conchita, luego la vendió a José Carreño (periodista) pero nunca volvió a ser la misma casa. No es improbable que nos hubiéramos cruzado Vila-Matas y yo, pero en ese tiempo no sabía quién era él, luego lo descubrí y me encantó ese tono de Dandy, de seductor empecinado y sí recuerdo a Miguel contándonos de "Enrique"..., qué ganas de que nos hubiera seguido contando de "Enrique" y no de Foucault. Me encantó que te escribiera, es un gran tipo.